domingo, 3 de febrero de 2013

QUERIDÍSIMA TÍA PAULA


Querídisima tía Paula:
Una vez más volví a Navahermosa.
En tu calle ya no hay piedras, un asfalto gris cubre la bajada de la cuesta del Alcotanillo, ¡qué bien te habría venido para arrastrar el carro del vino!
No podrías reconocer tu casa. La puerta, antes desvencijada, se ha transformado en un reluciente portón con cancela de hierro forjado. El corral… ¡ha desaparecido!.  Del gran patio ya sólo queda un minúsculo espacio en dónde  ¡eso sí!, han respetado el pozo tal y como lo recuerdo. El cocedero ahora es una señora cocina y han sustituido los poyos por coquetas sillitas.
Pero no te preocupes, la bodega sigue en el mismo sitio y mantiene firmes sus tinajas y toneles.
… Hace mucho tiempo ya; sin embargo aún tengo la sensación de que te voy a encontrar en alguna esquina con el carro y la pierna “mala” a rastras. Casi todo ha cambiado pero aún puedo sentirte esperándome como cada tarde de entonces.
En el invierno el frío intenso se suavizaba  cuando estaba contigo. Corría “arrecía” hasta tu casa en dónde la lumbre, con los pucheros humeantes, me acariciaba la cara. Me preguntabas si todo estaba bien, me contabas del abuelo y sus andanzas,  los chascarrillos del día…;  yo esperaba ansiosa el momento mágico en el que me contarías un cuento. ¿Cuál tocaría hoy?. Cuando te lanzabas y decías: ¿Alguna vez escuchaste aquella historia…?, mis oídos se preparaban para escuchar a la más maravillosa contadora de cuentos que haya conocido.
En el verano fuiste mi mejor aliada y cómplice; te ocupabas de que no me quedara sin las fiestas del pueblo; todo era posible contigo, no había miedo; me recordabas tu amor por mí y hacías que recuperase la fuerza para seguir adelante con mis deseos.
De tus labios fui conociendo muchos misterios y secretos familiares; en momentos fuertes me revelaste la realidad con palabras tiernas. No me pudiste evitar la amargura que dejan las certezas de lo inevitable pero tu auténtica forma de ilustrar la verdad mitigaba mi angustia.
Ya no he vuelto a comer tus patatas lavanderas y el pan de Viena especial de la tienda de “la cajón sorpresa”;  tampoco he vuelto a refrescarme  con la gaseosa recién sacada del pozo, tan fresquita, ¡qué rica!. Y no he vuelto a oír a una mujer de más de setenta reírse tan abiertamente ¡hasta de su sombra!, con tanta naturalidad.
¿Adónde se fueron aquellos días de risas, de alegría desbordante, carcajadas sonoras?  ¿Dónde están los cantares, las castañuelas, los bailes…?
Nunca te dije lo importante que fuiste en mi vida y lo que significó tu apuesta por mí. TU CONFIANZA. Una y mil veces mi muy querida, añorada, entrañable tía Paula.
Ya se cumplieron los 100 años de tu nacimiento. ¡Felicidades! Como tantas veces me escribías tú:
         “De la mar salen las perlas
         De las perlas los collares…
         Del corazón de tu sobrina
         ¡Muchísimas felicidades!”
Gracias por aquellos años de maravillosa compañía, pasaron pronto, pero no importa, tu recuerdo estará siempre en mi memoria.